El diseño de edificios inteligentes es ya el presente de la industria de la construcción. Según estudios recientes, desde 2015 hasta 2020, el crecimiento de este tipo de edificaciones ha sido del 78,8%.
De hecho, la mayoría de los edificios públicos y residenciales se planifican ya para disminuir los gastos reduciendo el consumo de energía. Pero cuando hablamos de Smart Buildings (edificios inteligentes) no nos estamos refiriendo solo al consumo de energía. En este post te contamos qué es exactamente un edificio inteligente y cuáles son sus ventajas.
El concepto de edificio inteligente lleva un par de décadas acompañándonos mientras evoluciona al ritmo de las nuevas tecnologías. Se entiende que es aquel cuyas instalaciones y sistemas de climatización, de iluminación, de electricidad, de seguridad, de telecomunicaciones, multimedia, informáticas, de control de acceso… permiten una gestión y control integrada y automatizada.
La finalidad no es solo la de aumentar la eficiencia energética del edificio. También los niveles de seguridad, la usabilidad y la accesibilidad del mismo. Aspectos como la protección del individuo, el confort del usuario y el cuidado del medio ambiente están muy presentes.
Si se analizan algunos de los edificios inteligentes más famosos del mundo, todos tienen un denominador en común. “Son como una especie de sistema nervioso central, formado por una red de miles de sensores repartidos por toda la construcción, que sirven para controlar numerosas cuestiones. Se controlan desde los niveles de dióxido de carbono en las estancias, a la luz, la temperatura o qué aparcamientos están libres”, explica la periodista Isabel Rubio, quien ha estudiado los principales edificios inteligentes del mundo para extraer algunas conclusiones.
Pero cuáles son las características básicas a través de las que se puede considerar o no un edificio inteligente. Te las contamos a continuación:
Un edificio inteligente cuenta con sistemas de ahorro de energía y agua, ya que, a través del uso de datos del consumo realizado, controla el suministro. Esta cuestión es ya una realidad en la mayoría de los establecimientos hoteleros y también en numerosos hogares. En estos últimos, y en décadas recientes, la eficiencia energética se ha convertido en una máxima y cada vez más, los inquilinos apuestan por soluciones e instalaciones eficientes, como las cortinas de cristal Lumon que está comprobado que ofrece a las viviendas un ahorro de energía de calefacción que oscila entre el 5,6% y el 12,0%, según un estudio llevado a cabo por grupos independientes a la compañía en Alemania.
El sistema de control tiene que estar totalmente integrado en el edificio y formar parte de él. Ha de estar automatizado para optimizar su operación y su administración de manera electrónica.
La seguridad es aquí un factor clave y el edificio contará con los sistemas de seguridad más innovadores y avanzados, también totalmente automatizados.
La flexibilidad, tanto en la estructura como en los sistemas y servicios, es básica. Ya que este tipo de edificios tiene la capacidad de adaptarse a los continuos cambios tecnológicos, incorporándolos a sus sistemas.
Los Edificios Inteligentes son sobre todo muy confortables para sus habitantes. Están diseñados para que el usuario los disfrute al máximo. Hablamos de confort térmico, pero también de confort en cuanto a materiales, espacios, etc.
En general, se utilizan materiales reciclables y diseñados para reducir el impacto negativo en la salud humana y en el entorno donde están construidos. De ahí que, cada vez más, en productos y en sistemas que se usan en el diseño y la construcción de edificios inteligentes, se prioricen estos aspectos: Compañías como Lumon fabrica sus productos con materiales que son 100% reciclables: vidrio y aluminio que, además, recicla de manera respetuosa con el medio ambiente.
La base fundamental para la puesta en marcha y la eficiencia de un edificio inteligente es la centralización de los datos del edificio. Datos que se supervisan y controlan desde un ordenador. Estos ofrecen la posibilidad de monitorizar el funcionamiento de todo el edificio. Los ascensores, el balance energético, el riego, la climatización e iluminación de las áreas comunes, la temperatura y humedad, el control de accesos, los sistemas de detección de incendios, etc. Todos están controlados y regulados.
Uno de los edificios inteligentes más innovadores del mundo, el edificio The Edge, de la compañía Deloitte, en Ámsterdam, ofrece una interesante visión de cuáles son las principales ventajas de trabajar (o vivir) en este tipo de edificios.
El edificio The Edge, cuenta con 28.000 sensores. Los trabajadores tienen una aplicación que les tiene conectados desde que despiertan. Y desde la app acceden a toda la información sobre horarios, agenda semanal, citas laborales, e incluso, reconoce sus vehículos y les indica qué plaza de aparcamiento está libre cuando ellos llegan al edificio.
También les señala cuál será el espacio de trabajo asignado y ajusta las preferencias de los usuarios en cuanto a luz y temperatura antes de que abran el despacho.
Este mismo edificio usa un 70% menos de energía que cualquier edificio de oficinas europeo de su tamaño (40.000 m2). Cuenta con un sistema de almacenamiento de energía térmica acuífera que proporciona toda la energía necesaria para la calefacción y la refrigeración.
El agua de lluvia que se recoge en el techo se usa para descargar los inodoros o regar las terrazas verdes en el atrio y otras áreas del jardín que rodean el edificio.
Toda la luz de The Edge procede de sus propios paneles solares (una superficie de 65.000 m2) en el techo y en la fachada. Esto le ha valido la más alta certificación en construcción sostenible: BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment Methodology).
La orientación del edificio se basa en la trayectoria del sol. Así el atrio está bañado con la luz del día del norte y su fachada es totalmente transparente. Permite de esta manera vistas al dique exterior y una luz constante. En la fachada sur los paneles solares protegen los espacios de trabajo del sol. Cuentan con unas rejillas, diseñadas para que, según los ángulos del sol, ofrezcan sombra adicional en las oficinas. Las fachadas norte son transparentes y utilizan cristales más gruesos para amortiguar el ruido de la autopista.
Todos estos paneles se pueden abrir para una mayor ventilación y proporcionan suficiente electricidad sostenible para alimentar teléfonos, ordenadores de mesa, portátiles e, incluso, futuros automóviles eléctricos.
Y lo hacen tanto a niveles de ocupación como de movimiento, iluminación, humedad y temperatura. Todos estos parámetros se miden continuamente y se crean sistemas de alarma para reducir excesos.
En todo momento, se conoce si hay o no personas en el edificio, y en qué espacios. De esta manera las habitaciones no utilizadas también se omiten para su limpieza. Los gerentes están alertados sobre luces que necesitan ser reemplazadas en el edificio y se notifican las impresoras que necesitan papel, entre otras cuestiones.
Además, la aplicación móvil con la que cuentan todos los empleados señala desde el uso de energía hasta la huella de carbono de cada uno de los empleados, incluidos los patrones de trabajo de cada uno de ellos. Esta información es una herramienta fundamental para tomar decisiones de cara al futuro de la compañía.